jueves, 11 de septiembre de 2008

Mi Merthin

Ralph siempre había envidiado a los hombres que conseguían fascinar a las mujeres. Su hermano tenía ese don y, por ende, a pesar de ser bajo, pelirrojo y poco agraciado, era capaz de atraer a las féminas más bellas.
Pese a todo, Ralph se compadecía de Merthin. […] Merthin, sentado al otro lado del joven David, tenía que conformarse con el cargo de mero mayordomo… y su poder de seducción.

Un mundo sin fin, Ken Follet

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